Emprendiste el viaje eterno,
al encuentro con El,
tras regalarnos la vida
durante 116 años aqui.
Hoy el monte esta en silencio,
los pajaros trinan con pena,
y el rancho, quieto y callado,
lloran tu ausencia.
Papa Dios seguro abrió sus brazos,
con un camino de esplendor;
fuiste entrega, fuego y rezo,
fuiste leche, tortilla y amor.
Tu niña de tardes doradas,
jamás ha de olvidarte,
y en cada regreso al pago,
cerrara los ojos… para encontrarte.
