(por Meri Norris)
En lo personal, creo que el mes de julio es un buen momento para hacer un corte y reflexionar sobre lo que fue la primera mitad del año. No es ni principio ni final, pero tiene la energía justa para hacernos frenar un ratito y mirar cómo venimos.
Si bien casi siempre tenemos días cargados de actividades —educación, oficios, formación, deportes, visitas, operativos médicos—, tratamos de vivir todo eso desde una clave: la del encuentro. Porque aunque no siempre haya tiempo para frenar, intentamos que el encuentro con el otro esté en el centro de lo que hacemos. Y cuando podemos, nos damos esos espacios para mirar, para conversar, para pensar juntos. A veces los tiempos en el Chaco se sienten distintos, más conectados con lo que pasa alrededor, y eso también nos ayuda a hacer pausas más conscientes.

Esta vez, aprovechamos esa pausa. Durante estos últimos días del mes, nos juntamos el equipo de
coordinaciones y dirección de Monte Adentro para frenar, observar, revisar. Paramos un poco, tomamos
distancia e hicimos un balance de lo recorrido. También nos dimos tiempo para formarnos, para seguir creciendo como equipo. Porque no alcanza con hacer —también necesitamos entender para qué hacemos lo que hacemos.
Esa fue, de hecho, una de las preguntas que nos regaló Pedro Tarak en su charla: ¿Para qué? Preguntar siempre
para qué… ¿Para qué hacemos lo que hacemos? Una pregunta que, aunque parece simple, nos movió. Nos llevó
a pensar en el valor de los vínculos, en el cuidado, en cómo construimos comunidad con el otro y también con el
entorno —el ambiente, la naturaleza. Nos ayudó a entender que lo que hacemos —cada uno desde su lugar— tiene
impacto. Que no estamos solos. Que lo que pasa al lado nuestro, en el monte o en el mundo, nos atraviesa. Y que lo
que hacemos acá también deja huella más allá.

Estos días fueron de encuentro, de reflexión, de poner en común lo que sentimos, lo que vemos, lo que hacemos, lo
que buscamos. Salimos con ganas renovadas de seguir, de ajustar lo que haya que ajustar y de caminar lo que queda del año con más sentido.
Porque esto que hacemos no es solo trabajo. Es acompañar procesos que a veces se ven y muchas veces no. Es confiar en que todo lo que sembramos —incluso cuando parece invisible— tiene valor.
Esa conciencia de interdependencia, de tejido común, nos atraviesa. Y fue el corazón de estos días. No salimos con todas las respuestas, pero sí con nuevas preguntas, con más claridad y, sobre todo, con más fuerza para seguir caminando este segundo tramo del año con sentido, en comunidad y con humildad.