Durante las primeras tres semanas de la Escuela de Verano contamos con la presencia de 3 personas que forman parte de Enseñá por Argentina. Esta organización tiene su foco en la “educación de las comunidades en situación de vulnerabilidad socioeconómica” y busca que “cada niño, niña y joven acceda a una educación integral de calidad”. Desde ese marco, Ari -rosarino-, Charli -de Bahía Blanca- y Vicky -venezolana, de Campana- estuvieron codo a codo en el apoyo escolar con las profes de Monte Adentro. Cada quien tenía 2 o 3 parajes asignados y algunas tardes visitaban familias de Boquerón, donde se alojaban en la semana. Fue una experiencia enriquecedora para ambas partes: conocer cómo es dar clases en parajes rurales, trasladándose en moto, por caminos de tierra arenosos y polvorientos, con altas temperaturas o barro por llovizna. Y para nuestras profes, compartir con gente de otros lugares, con otras pedagogías y culturas. Mili, veinteañera de Aguacerito (uno de los parajes que acompañamos), está por primera vez al frente de un grupo y agradeció la posibilidad de aprender de alguien que ya tiene una trayectoria. Ha sido para ella inspiración e impulso tener una compañera en sus primeros pasos.

Ari estuvo en Gramillar y La Gloria. Interpelado por la realidad de estos parajes tan alejados, tomaba consciencia de lo compleja que es la educación en estos contextos. Una de las imágenes que más me quedó de él en esos lugares fue la de verlo enseñando a hacer origami. Fue algo novedoso, que no habían hecho antes en los parajes, que presentaba un desafío porque es un arte desconocido para ese público. Ver la concentración, el intento en cada doblez y cómo pedían a la siguiente clase volver a hacer origami era algo maravilloso. Cuánta gente nos ha acercado en la vida algo que no conocíamos, ha despertado nuestro interés por algo que no sabíamos que era posible.
Me quedo con el movimiento que han hecho Ari, Charli y Vicky al salir de sus ciudades, de su confort, de su verano tranquilo. Hemos compartido la vivienda en Boquerón, las actividades en los parajes, las visitas a las casas, los atardeceres en el monte, algún día de no tener agua y el calor que fue cada vez más en aumento, llegando a su clímax esta última semana. Y también la hospitalidad de esta gente del monte, que apenas te conoce y ya te quiere, que te invita a comer, que le gusta mostrarte todo lo que hay en su tierra, que llora cuando te despide, que quiere que te quedes siempre un rato más.
“Yo quisiera que en mi mesa nadie se sienta extranjero, que sea la mesa de todos, territorio del encuentro”, La Mesa, canción de Los Carabajal
