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15. El viento cambió de rumbo

(por Marianela Zozaya)

Esta semana comenzó diferente a las demás, el cariño de los chicos invadió mi corazón de alegría, sentir que algo estoy haciendo bien, no pretendo ni pretendí en ningún momento ser la mejor seño, mi deseo es acompañar las infancias dejando huellas y no marcas en el corazón de los pequeños/as con los que comparto los espacios de apoyo. No siempre se espera que del otro lado haya una devolución rodeada de tanto cariño, pero es un empujón que me motiva a seguir avanzando y a dar lo mejor de mí.

Poco a poco comprendo la importancia de apreciar un simple acto como el de compartir con el otro, ya sean nuestros conocimientos, valores y sobre todo las risas. Brindarles un aprendizaje en el que los propios estudiantes se sienten parte de una Comunidad, y desde su saber participen con entusiasmo dejando en evidencia que si prestamos atención a sus intereses y le damos la libertad de participar activamente, más allá de un espacio rodeados de pupitres y una pizarra, así como en lugares abiertos e inmersos de naturaleza, son ellos quienes nos permiten ver las distintas maneras más de llegar a un aprendizaje significativo.

Además, me permito disfrutar cada rayo de sol que atraviesa las verdes hojas de los árboles, que llegan a mí como un abrazo de la vida, como una curita al alma, un te extraño de mis seres queridos o un simple respiro de paz y tranquilidad.

Dicen que el viento lleva las semillas de los cambios, y quizás sea cierto… anteriormente me encontraba rodeada de montañas, de estepa arbustiva, y de ráfagas de viento que me tenían a mil por hora. Hoy en este lugar donde la tierra roja se despide del sol regalándonos colores imposibles, y no hay montañas alrededor que me impidan vivenciar este maravilloso espectáculo, donde la vegetación es prominentemente verde y armoniosa, donde a mi parecer el tiempo pasa más lento, es como una invitación cálida que me susurra “DISFRUTA”.


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